lunes, 17 de agosto de 2015



SALMO 51
Confesión y Arrepentimiento




El primer versículo de este capítulo dice: “Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones”. Lo que inmediatamente viene a mi mente al momento de leer estas palabras es el estado en el que se encontraba David para escribir tal ruego. Mi Biblia dice como nota introductoria al capítulo: «Salmo de David, cuando después que entró a Betsabé, vino a él Natán el profeta» esta breve pero profunda introducción me aclara el momento por el cual estaba pasando David. Sin duda el dialogo con el profeta Natán, lo dejaría marcado de por vida. Al momento de comprender David la magnitud de su pecado (pecado en singular pero como una serie de pecados que a raíz de una mala decisión se fueron desencadenando uno tras otro). Tan solo un momento de placer, ocasionado simplemente por la mala decisión.
           
Me imagino que todo comenzó en un momento en que David decidió no ir a la guerra y escogió quedarse en su palacio y descansar mientras todos sus ejércitos, incluyendo sus valientes, peleaban por él. Tan solo esa decisión de cambiar las prioridades de la nación, por simplemente sus prioridades, resulto en el desenvolvimiento de una cadena de errores, pues me imagino que se levantó de su cama y salió a su terraza a contemplar los paisajes que se podían apreciar desde ella, y vio a una bella mujer bañarse desnuda. Esto produjo que sus pasiones más bajas fueran aflorando hasta llegar al punto en que tomase a la esposa de Urías, uno de sus valientes, que estaban en el campo de batalla, peleando y arriesgando su vida por la ciudad y por su rey. Por si no fuera poco después de enterarse que esta mujer había quedado embarazada producto de esta relación, prácticamente, condeno a la muerte a Urías.

Tres grandes pecados (dentro de muchos otros).
1.                  No cumplir con su destino, ni con su misión
2.                  Codiciar una mujer ajena, hasta el punto de traerla hacia sí y meterse con ella
3.                  Asesinar al esposo.

Este fue el gran mal que hizo David, a lo largo de su vida, y si no es por la misericordia de Dios, que envió a su siervo Natán a comunicarle sus pecados, David, quizás no se hubiera dado cuenta.

Es por esto que en este capítulo podemos contemplar a David, humillándose ante y suplicando en virtud a la magnificencia y misericordia del creador con el fin de que le perdonase. Llama la atención que no tan solo se queda en la petición de que Dios le perdone sus rebeliones, sino que lo transforme desde su interior, pues su vida está embargada por el pecado desde du gestación, es por eso que clama por un cambio corazón y a raíz de esto su vida entera, su forma de enfrentarla y su forma de conducirse por este camino abrumados por la tentación.

En David nos vemos a nosotros como cristianos, que caemos una y otra vez, que nos sentimos tentados por las pasiones terrenales, las mismas que pueden hacernos caer a nosotros hoy. Pero al igual que a lo largo de la historia de la humanidad vemos a Dios en un papel activo, no esperando que nosotros le busquemos, sino que lo podemos ver siempre buscándonos y ofreciéndonos su perdón. David lo entendió de una forma muy fuerte y trágica, sin embargo cuando logro ver su condición se humillo profundamente, reconociendo su maldad y alabando al creador por su inmensurable amor y apelando a él.
Todos somos pecadores y estamos destituidos de la gloria de Dios y esto es lo maravilloso de la vida cristiana, pues Dios no nos ama porque seamos buenos, Dios nos ama porque Él es bueno, y tal como estuvo dispuesto a perdonar a David, está dispuesto a perdonarnos a nosotros hoy.

Por: José Gajardo

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